Cada cierto tiempo nuestras conciencias son sacudidas por unos actos delictivos de extrema gravedad donde los imputados son menores y en algunos casos las victimas también son menores. Los casos más mediáticos han sido los de José Rabadán, el asesino de la katana, que mato a su familia; Rafita, que asesino a Sandra Palo, violándola, atropellándola y después quemándola viva; el asesinato de Maores, la niña fue degollada por dos compañeros de 14 años de su instituto; más cercano a nosotros, es el caso de Marta del Castillo y el último que ha salido a la palestra es la niña asesinada en Seseña, tirada a un pozo con vida.
Estos son algunos de los casos que hacen abrir el debate sobre el endurecimiento y revisión de la Ley del Menor, pero aunque ha habido cinco reformas desde su aprobación hace diez años, las reformas han sido parches y la excusa para no afrontar una reforma mayor es que no quieren legislar en caliente, pero ese no debería ser el motivo para retrasar el proyecto de reforma de la ley ni un solo día más.
Debido al buen conocimiento de la ley del menor, algunas mafias como las rumanas tienen entre sus filas a un buen nutrido grupo de adolescentes que son utilizados para cometer pequeños delitos de hurto, hasta cumplir los dieciséis años, después vuelven a Rumania y son intercambiados por otros grupos de menores. Estos pequeños delitos son considerados faltas, y debido a la edad de los autores, no son castigados, entrando y saliendo por la misma puerta.
Los menores, en la actualidad, tienen un status de intocables en los ámbitos de la familia y en el colegio, y el problema es que ellos lo saben y se aprovechan dando lugar a situaciones kafkianas, como de padres condenados por dar una bofetada o de profesores amenazados por los mismos estudiantes.
La única solución posible es la reforma de la ley del menor, pero también hay que inculcarles una serie de valores humanos que se deben realizar en la familia y en el colegio.
Morón, ahora mismo tiene los ingredientes para crear nuevos pequeños monstruos. Colegios con deficiencias de personal y de infraestructuras, bibliotecas sin luz, familias en paro sin recursos, y sus espacios de ocio son los botellodromos de la plaza de toros y de la gasolinera. Con estos ingredientes, no sería extraño que en Morón se diera algún caso, aunque por el momento, solo acontece alguna pelea aislada entre jóvenes, los fines de semana.
Pero no nos tenemos que preocupar, porque los políticos pensaron en todo, y como expreso uno de ellos, en Morón, con la cárcel nos ha tocado la lotería, y ahora tenemos una cárcel nueva y amplia, para los futuros inquilinos. Esperemos que no sean los inquilinos, habitantes de Morón.
PERULERO
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